12/1/10

Sebastião Salgado


Es mucho más que mi esposa, es mi compañera de vida, somos socios en todo. Yo no soy un hombre con una gran mujer detrás, yo la tengo delante.
Descubrí la imagen. Mi mujer, que había estudiado Arquitectura, se compró una cámara para fotografiar arquitectura. Y yo descubrí la fotografía por ella. Me encantó. La fotografía invadió mi vida. En aquella época, tenía un pequeño laboratorio en el cuarto de baño, donde hacía mis copias, como mucha gente… Hasta que llegó un momento en que adquirió tanta fuerza que tomé la decisión de abandonarlo todo. En 1973, dejé la OIC y nos trasladamos a París. Aquí empecé mi vida como fotógrafo.
Yo no fotografío en color, no me interesa. Empecé a fotografiar en blanco y negro y me acostumbré. Para mí, es mi vida. Naturalmente, el blanco y negro es una abstracción, pero también una forma de concentración. Y tiene algo que el color no tiene: con el blanco y negro siempre he tenido secuencias de mis fotos, con el color la idea de secuencia se pierde.
Busco mostrar el momento histórico que estoy viviendo. Mis fotografías son mi vida, son las cosas que me interesan. Mucha gente ha dicho que yo soy un fotógrafo militante… No es verdad, no soy un fotógrafo militante. Es mi vida la que es así.
La imagen tiene un poder colosal. Es un lenguaje universal que no precisa traducción. No hay texto escrito que tenga ese poder. Pero no creo que una imagen aislada, fuera de un contexto, pueda cambiar nada.
La imagen no es objetiva, es profundamente subjetiva. Yo voy a fotografiar con mi ideología, con mis motivaciones, con mi historia, con mis pasiones…
Tengo la convicción de que es posible reconstruirse a partir de la educación, de la información. La gente necesita información, y cuando la tiene, la toma en consideración y es posible hacer cosas. No hay gente reaccionaria y gente de buena conciencia, hay gente más informada y gente menos informada.

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