22/3/10

Si me sintiera un poco mejor tendría que llamar al médico


Otro cambio se avecina y nadie lo detendrá, lloro desconsolada, no puedo dejar de llorar. 

Cada lágrima es una pérdida, cada pérdida una caída. Me niego a caer, no quiero perder, pero sé que debo dejar que suceda lo que ha de suceder.

Como una gran tormenta de nieve será, primero un copo después otro, con fuerza la ventisca arrastrará y por último el alud que todo lo cambiará.

Iba corriendo, siempre corriendo y ahora no puedo frenar en seco y aunque lo hiciera la tormenta seguiría su curso. Ya no soy yo la que marca las horas.

Ha llegado. La ventisca está aquí y no puedo hacer nada, mi impotencia crece, necesito detener el tiempo, pero es tarde. 

Cada copo es el que hace que todo suceda, es el viento el que nos desplaza. No es posible parar lo que está en movimiento.

Sólo queda dejarse arrastrar y el alud nos llevará y donde quiera depositarme allí volveré a crecer, porque mala hierba nunca muere y por más catástrofes que vengan, conmigo no podrán.

Me preparo para sufrir, me preparo para sufrir menos, sin embargo, ya sufro porque sé que pierdo, pierdo cada vez un poco más, aunque gane en soledad.

20/3/10

Silenciaré tu boca


Cuando lo desee 
silenciaré tu boca,
la yema del índice 
posaré en ella,
callarás.

Pasearé por tus labios,
como flor te abrirás
me adentraré,
te tentaré,
morderás.

Alzaré mis pies,
mi boca te buscará,
saciarás mi sed,
de ti beberé,
gemirás.

12/3/10

Chocolate

Olor a caramelo y a ralladura de limón.
Movimientos pausados, se abre un cajón, 
enciende una tenue luz y habla sola.
Amargor de puro chocolate me inunda,
suavizo el encuentro con caramelizado licor.
La brusquedad de uno, la delicadeza del otro
estimulan mi paladar en extraño gozo.
Dulzor intenso recorre mi garganta,
aspereza reposa en mi boca.
Humedezco mis labios, saboreo,
mi lengua se deleita recorriéndolos.
Muerdo el inferior y aprieto 
para no dejar escapar el deseo.

10/3/10

Primera Comunión

Nos hicieron los trajes de comunión a medida, pero cuando estuvieron sobre la cama no sabíamos a quién pertenecía cada uno. Eran idénticos, y a pesar de que yo estaba más rellenita, no había uno más grande que otro.
En la celebración a mi prima se le derramó un refresco sobre su inmaculado vestido, fuimos juntas al baño e intentamos limpiarlo.
Mientras le echaba agua ella dijo: -Ali, me acabo de dar cuenta de que éste es tu vestido.
En ese momento me sentí muy mal, yo era muy cuidadosa y el mío seguía impecable, no obstante ella pretendía cambiármelo.
No sé de dónde saque fuerzas para decirle: - No, estoy segura de que éste es el mío.

4/3/10

Katiuskas

Allí estaban, siempre esperando verme pasar detrás de aquel inmenso cristal.
Todos los días de camino al colegio tiraba de la mano de mi tía - mira, mira, ¡ahí están! Tienen el azul del cielo, brillan como las gotas de lluvia, no son demasiado altas y parecen tan suaves como un espejo.
Mi tía me contestaba - tú no puedes usar eso, tú debes llevar tus botas ortopédicas.
Y yo le suplicaba - si son para la lluvia y aquí llueve poco, cómpramelas tita, si me las voy a poner muy poco.
Tantas veces insistí, tan pesada llegué a ser, que por fin un día, mi tía cedió y de su propio dinero me las compró.
Al cabo de unos días, llamó mi padre, él raramente aparecía, una vez al año, quizás dos y yo sólo quería que se diera cuenta de lo bonita que estaba su hija con sus katiuskas azules.
Cuando él me vió no pudo más que mirarlas y sonrió, tras un largo silencio me dijo - ¿quién te ha comprado esas botas tan feas?
Aquella fue la última vez, y desde entonces, olvidadas duermen en alguna caja del desván.

3/3/10

Me tocó el vestido blanco

Pasábamos el verano juntas en el pueblo. Mi madre se quedaba siempre a cargo de los niños mientras que sus padres se iban de vacaciones a Ibiza.
El día que volvieron traían dos vestidos, uno para cada una, pero no decidieron cuál correspondía a cual, por lo que se hizo un sorteo.
Alguien dijo que el más bonito era el blanco y entonces yo deseé que fuera mío. Fue la primera vez que conseguía lo que deseaba.
Mi prima lloraba y a pesar de eso, yo no sentí pena por ella. La veía preciosa con su piel dorada y aquel maravilloso vestido amarillo, le favorecía muchísimo pero jamás se lo dije, enmudecí.
Sabía que a ella le gustaba mi vestido sin embargo no podía dejar de mirar lo bonita que estaba con el suyo.