Otro cambio se avecina y nadie lo detendrá, lloro desconsolada, no puedo dejar de llorar.
Cada lágrima es una pérdida, cada pérdida una caída. Me niego a caer, no quiero perder, pero sé que debo dejar que suceda lo que ha de suceder.
Como una gran tormenta de nieve será, primero un copo después otro, con fuerza la ventisca arrastrará y por último el alud que todo lo cambiará.
Iba corriendo, siempre corriendo y ahora no puedo frenar en seco y aunque lo hiciera la tormenta seguiría su curso. Ya no soy yo la que marca las horas.
Ha llegado. La ventisca está aquí y no puedo hacer nada, mi impotencia crece, necesito detener el tiempo, pero es tarde.
Cada copo es el que hace que todo suceda, es el viento el que nos desplaza. No es posible parar lo que está en movimiento.
Sólo queda dejarse arrastrar y el alud nos llevará y donde quiera depositarme allí volveré a crecer, porque mala hierba nunca muere y por más catástrofes que vengan, conmigo no podrán.
Me preparo para sufrir, me preparo para sufrir menos, sin embargo, ya sufro porque sé que pierdo, pierdo cada vez un poco más, aunque gane en soledad.