Allí estaban, siempre esperando verme pasar detrás de aquel inmenso cristal.
Todos los días de camino al colegio tiraba de la mano de mi tía - mira, mira, ¡ahí están! Tienen el azul del cielo, brillan como las gotas de lluvia, no son demasiado altas y parecen tan suaves como un espejo.
Mi tía me contestaba - tú no puedes usar eso, tú debes llevar tus botas ortopédicas.
Y yo le suplicaba - si son para la lluvia y aquí llueve poco, cómpramelas tita, si me las voy a poner muy poco.
Tantas veces insistí, tan pesada llegué a ser, que por fin un día, mi tía cedió y de su propio dinero me las compró.
Al cabo de unos días, llamó mi padre, él raramente aparecía, una vez al año, quizás dos y yo sólo quería que se diera cuenta de lo bonita que estaba su hija con sus katiuskas azules.
Cuando él me vió no pudo más que mirarlas y sonrió, tras un largo silencio me dijo - ¿quién te ha comprado esas botas tan feas?
Aquella fue la última vez, y desde entonces, olvidadas duermen en alguna caja del desván.
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ResponderEliminarCuando somos pequeños somos muy dependientes emocionalmente, nuestras opiniones dependen de las de nuestros mayores. Es curioso, algo que te gustaba tanto, y que no gustó a tu padre, te hizo cambiar de opinión y no volverlas a usar...
ResponderEliminarSupongo que querías agradarlo, que te viera guapa siempre.
Son sólo pequeñas anécdotas que parecen fáciles de superar, pero que marcan a los niños porque estos siempre son más frágiles emocionalmente.
Lo que me parece genial es descubrir cómo eres, y sobre todo, por qué eres así, y es gracias a esas pequeñas experiencias que vas contando con tanta sensibilidad como se configura la personalidad.
Besito
He leído mucha teoría de Inteligencia Emocional pero por fin he encontrado un libro donde poder ponerla en práctica. Uno de los ejercicios consiste en escribir tres historias que te marcaron emocionalmente antes de los 10 años.
ResponderEliminarTe recomiendo esta técnica, al principio cuesta trabajo pero después siempre hay anécdotas inolvidables, unas más inverosímiles, otras dolorosas y otras incluso llegan a sorprenderte y lo mejor de todo es que de repente sale la niña que llevas dentro y es alucinante lo bien que te sientes.
Tristes palabras pero a la vez muy bellas. Llenas de sentimiento y pasión, como en todo lo que escribes y sientes Alicia.
ResponderEliminarSe me ocurre una idea, ve al desván de tus recuerdos y saca esa caja donde están las katiuskas, no pienses en tu padre, ese el que se ha perdido el crecimiento de una hermosa niña a gran mujer en todos los sentidos, que vuelvan a relucir esas botas en recuerdo a esa otra gran mujer que fue o es, tu tía. Recuerda todo lo que habrás aprendido gracias a ella.
Besos.